Frase del día: "Tratad a los demás como queréis que ellos os traten" Mateo 7,16. 12-14

Hacer El Bien: Crónica literaria de un final

By on 20 julio, 2021

A propósito del corte de internet a estudiantes del Bicentenario de Loncoche.

                                                                                                                                                       “La vida es una sombra que pasa, un pobre cómico

que se luce y se agita por un rato en escena y no vuelve a salir…”

Macbeth

Eran sus últimos días. Salió solitario por la puerta principal. Vestía con chaqueta azul y blue jeans gris. Tal vez, sintió la soledad del poder. No había ningún viejo o vieja a la salida; no pudo echar ningún chiste, ni ninguna talla. Subió raudo a la camioneta y se perdió entre la oscuridad, y la niebla, por calle Prat.

Los últimos días no fueron frenéticos; no hubo quema de papeles. Sin embargo, las promesas, las subvenciones y los aportes se multiplicaron.  A bomberos 53 millones. A la posta de El Prado: 40.  Al futbol: 50. Al hospital: una ambulancia por 65 (en buena hora). Intentó cumplir lo prometido a algunos funcionarios. Firmó decretos para aumentar sus salarios (el nuevo es más generoso). Sabía que lo hecho a última hora se ve mal; su costumbre es improvisar. Nadie sabe si esos aumentos fueron un premio o un castigo; quedaba mal él y los funcionarios. Un político común tiene un solo objetivo: el poder y todo se subordina a ello. Quedaron promesas sin cumplir. La caja tenía límites. La subvención para el internet de los estudiantes del LBPAHC no llegó.

Se fue a casa y no ha vuelto. Scarlet vive en el sector de San Ramón a 20 kilómetros de Loncoche. En ella se encarnan muchas de las injusticias de este país. Es una de los cientos de estudiantes de Loncoche que demoró meses en tener conexión a internet. Es parte de una generación que será dañada por la pandemia, e igualmente, por las inequidades del sistema escolar. En la región alrededor del 40% de los estudiantes tiene acceso a internet. Después de meses, el liceo de Scarlet logró, con internet satelital, que accediera a clases. El Bicentenario conectó al 100% de sus estudiantes. Desde hace semanas Scarlet no tiene internet y no sabe la razón.

El centro de padres presionó por semanas. Solicitó una subvención.  Él mandó a pedir el expediente y no lo había. Había solo una primera versión del decreto. Se imprimió a prisa para que pudiera firmar. Cinco personas vieron cuando lo firmó y como levantó el papel e hizo gala de cumplir otra promesa. No importó que no hubiera expediente; no importó comenzar de atrás para adelante. Nadie se atrevió a contradecir. 25 estudiantes rurales del Bicentenario tendrían internet satelital. El joven, a marchas forzadas, comenzó a juntar los documentos para realizar un trato directo.

Ahí comenzó el desaguisado o ¿había comenzado antes? Nadie lo tiene claro.

Scarlet sigue esperando.

Nunca apuró los sumarios. El de uno de sus asesores se dilató por meses. En sus últimos días lo absolvió. La opinión pública nunca se enteró del perdón. Con la atención puesta en la pandemia paso colado. Tenía un terror a enfrentar lo complejo. Las bromas y los memes subidos de tono le ayudaban a ocultar el conflicto – que es una característica insalvable del ser humano-. Hubo momentos en los cuales, después de horas de plática, le preguntaba a quien el mismo había citado: ¿para qué es la reunión?

En público decía “hacer El Bien siempre hace bien”; en privado: “hacer El Bien no siempre hace bien”. Así dejaba entrever su pensar: existe una verdad para los iniciados y los políticos; y otra para el ignorante y el ciudadano de a pie. Así son los elegidos, no importa si saben o no saben, si actúan bien o mal; los gestos de agrado (serviles) se toman como verdad y se olvida que ante el poder muchos caen en la hipocresía. Así todo le indicaba que era luminoso. Le faltó la placa que dijera “Loncoche soy yo”.

Los pasillos cuentan penurias que él nunca pudo ver. Los personajes actuaban a sus espaldas:  hubo decretos que se firmaban a cambio de compartir. Invitaciones a casas lacustres. Contratos que se debían agradecer. Puertas tras las cuales se emitían solicitudes indecorosas. ¿Quién no los escuchó decir: “no me dé la espalda porque a mí me pasan cosas”? Muchas veces la pasión humana explotó en un rincón. La historia tiene tres nombres y una multitud que se marchitó con el silencio. Nunca hubo protocolo para proteger a la mujer, solo promesas; otros, hoy, lo prometen. ¿Sabrán que hay miles de protocolos en internet?  El machismo y más allá, es la cultura; “el agua en la que nadan los peces”. En ese edificio es la ley de la naturaleza.

Scarlet sigue esperando.

La mesa siempre estaba llena de papeles. El tiempo era poco; los intereses múltiples. Cuando el poder se apaga las líneas de mando se relajan. El tiempo se vuelve confuso. El joven juntó 15 páginas en el expediente. Consideró necesario tener un informe de georeferenciación para argumentar el punto y validar legalmente el acto administrativo. El informe por desidia o por desorden, o bien, porque había cosas más apremiantes; se realizó tarde. Los estudiantes esperaban. Para no seguir perjudicándolos se envió al proveedor una copia del primer decreto y, de buena fe, se comenzó a prestar el servicio. Otros dicen que alguien no quiso firmar y no falta quien achaca el retraso a rencillas internas. Cuando el informe estuvo listo, en el edificio de enfrente, no lo pasaron al Concejo para su aprobación. Como no hubo aprobación, no hubo contrato ni orden de compra; solo un decreto que fue rechazado por la nueva administración.

En otro momento, esto solo sería un error. Sería reparado con un informe técnico. Ello, porque se presume que los funcionarios actúan de buena fe. Nada indica corrupción y menos un intento, en este episodio, de echarse algo al bolsillo. La buena fe desaparece en momentos excepcionales: cuando quien tiene poder lo pierde. El viejo resiente que debe marcharse y el joven, ansioso, busca validarse y demostrar ser mejor.

Scarlet sigue esperando

El aceite chirriaba, las empanadas se hundieron para adquirir su color dorado. La comida, fue con las jefaturas. Entre papas, carne, pebre y falsa cordialidad transcurrió el evento. Era la última cena, pero sin Judas; aunque eso no lo sabemos. Él al finalizar se perdió velozmente. Otros cuentan que volvió a la oficina y firmó documentos hasta entrada la noche. Los finales son míticos.

Los funcionarios corrieron para cerrar las últimas cosas. Algunos buscaron acomodarse a los nuevos habitantes del poder. “Los funcionarios quedan; los jefes pasan”. Las sumas y restas de los grupos internos se acrecentaron. No es fácil dejar los privilegios después de 16 años. En verdad las carreras comenzaron antes. Hace meses hubo concursos para cargos de planta: primos extraños, bases mágicas; resultados merecidos, y otros sorprendentes. 

Scarlet sigue esperando

  

Era temprano, hacía frío. El nuevo tomó las ramas de canelo, parecía nervioso. El terno ajustado, la corbata corta; las campañas hacen estragos. La lahuentuchefe esparció el humo y sus buenos deseos. Era un guiño hacia los mapuches. Con ello el nuevo quería espantar una forma de hacer El bien. Busca algo distinto; otra forma de hacer El Bien es posible. Aunque al final es el mismo; prometer una cosa y hacer otra. Hay loncochenses que están a la espera de una llamada que no llega.

Con la fe del converso y la adrenalina a tope comenzó el vértigo. Se vieron tres o cuatro sobres. Aparecieron los subdirectores. Se recordó el conducto regular. Hay jefes que se han vuelto inmutables como la Mona lisa. En una oficina apareció un tropel por la derecha. La buena fe es solo para los suyos. Unos se cambian de escritorio, otros hacen maletas. En el otro edificio le quedó la bandeja servida.

Scarlet espera que vuelva la red; dicen que hoy la irán a buscar. El joven presentó su renuncia. Educación es un hervidero. El nuevo se soba las manos; el antiguo se guarda tras un mesón. 

Alberto F. Velásquez Castro.

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