No hay peor astilla…

Señor director:
“Espera a que una persona crea que tiene más poder e importancia que los demás y podrás conocer la verdad que lleva dentro”
Con estas palabras dichas por el gran Abraham Lincoln, quiero comenzar mi reflexión, que no habla de la pandemia del Covid; solo quiero distraer su atención en algo que me parece importante.
Todos nos preguntamos alguna vez en nuestras vidas si las personas que ocupan cargos públicos son las idóneas para esos cargos. Todos sabemos que en Chile el factor “pituto” es muy importante.
Una vez trabajando “apitudado”: ¿cómo haces tu trabajo?, ¿respondes a la persona que te apitutó?
De la misma forma, en el servicio público se da mucho que las personas se perfeccionan mientras están trabajando, -muy loable que pierdas horas de descanso y disfrutar con la familia por perfeccionarte-. Pero, ¿qué pasa cuando esa persona debido a su perfeccionamiento asume otros cargos de mayor importancia y jerarquía? Ahí, ¿se conoce la verdad que lleva dentro?, ¿cómo actúa con sus subordinados, que muy poco tiempo atrás, eran sus pares?
Ilusamente, los que van a ser subordinados, se alegran debido a que uno de “los nuestros” ¡tomará un cargo importante!
En la mayoría de los casos, esa alegría solo dura algunas semanas, el de “los nuestros”, que llega al poder, cambia rotundamente, se transforma en un pequeño aprendiz de dictador, (muchas veces influido por algún superior que solo sabe sacar el lado oscuro de sus empleados); corta todo tipo de amistades y en su vocabulario, la transparencia y Dios, se transforman en su hoja de ruta.
Pero, con el tiempo, nos damos cuenta que tal transparencia solo sirve para vendérsela a cualquier politiquillo inconsecuente, el cual alucina con el nuevo vocabulario y conocimiento de éste o ésta “profesional”; pero lo que este politiquillo no sabe, o no quiere saber, es que, detrás de este profesional y sus correctos informes, se encuentra una maraña de desprecio, mentiras, humillaciones, altanería, nepotismo y corrupción hacia sus pares, todo disimulado en un poder de la palabra y obediencia a Dios.
Ellos no se ganan el respeto de sus subordinados por su capacidad sino que se lo ganan por miedo.
Albert Camus dijo: “No hay nada más despreciable que el respeto basado en el miedo y una sociedad que las confunde está destinada a morir”.
Atentamente
Rodrigo Cuitiño Ortiz
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