Frase del día: "Tratad a los demás como queréis que ellos os traten" Mateo 7,16. 12-14

Opinión: En el primer mes de clases

By on 14 marzo, 2022

Por Alberto Velásquez Castro

Hace unos días, después de dos años de relativo encierro, se reanudaron las actividades formales de la educación media. Por años me tocó dirigir el inicio de las labores escolares. Cada año lo hacía con más escepticismo. A medida que pasaba el tiempo me volvía más incrédulo en las posibilidades de una genuina educación. Sin embargo, ello no hacía que mis esfuerzos decayeran. Era como si a medida que tomaba conciencia de lo difícil e inalcanzable de la tarea más acciones emprendía. Era una esperanza secreta; una esperanza a ratos irracional. La esperanza de romper el sistema y su burocracia para crear un espacio donde nuestros jóvenes pudieran ser mejores.

Nunca he podido concebir la tarea escolar como una mera técnica, educar no es solo un procedimiento ni una serie de pasos; no es  solo una receta como absurdamente lo pretenden muchos gurús actuales. Para mí educar es una tarea del espíritu. Y el espíritu es la inteligencia y la  creatividad humana  desplegándose en todos los ámbitos para expandir la experiencia de vivir o para disfrutarla más plenamente. Para mí educar es construir sendas y caminos para pensar y para admirar. Para mí educar es sorprenderse.

Una escuela sometida a la burocracia, una escuela ahogada entre miles de planificaciones hechas en horas que el profesor  escamotea a su descanso,  a la lectura  y al aprendizaje no tiene futuro. Una escuela que condena a sus profesores a la explotación que significa más del 50% de su tiempo laboral en  el aula es una escuela que se escabulle de la decencia. Una  escuela que acepte que sus recursos sean usados en asesorías y capacitaciones extrañas, donde lo mejor es el coffee break,  es una escuela que traiciona a sus estudiantes. Una escuela que predica el mérito pero no crea el espacio y la circunstancia para que ese milagro florezca no es una escuela; es un lugar tan baldío y yermo como un estacionamiento. Una escuela no es un lugar donde se acumulen estudiantes. Una escuela no es un edificio ni una estructura. Una escuela es su espíritu; y donde ese espíritu se encuentre: ahí hay una escuela. Una escuela no es la tarea de un hombre; es una tarea de conjunto; es la  tarea de una comunidad.

En los turbulentos tiempos que corren se hace más necesario recordar las palabras de Dante: “hora tras hora/me enseñabais que el hombre se hace eterno”. El aprendizaje de  los grandes lenguajes de la humanidad: las matemáticas, el arte, la literatura, las ciencias, la filosofía y la historia nos hacen eternos como individuos y su vez hacen eterna a la humanidad. Aprender y enseñar es buscar la eternidad. Por ello, no puede ser que a nuestros niños y jóvenes se les niegue ese privilegio; hacerlo es volver permanente la inequidad y la falta de oportunidades. La educación que aspira a lo eterno no puede ser el privilegio de un grupo  o solo de aquellos que pueden pagar.  Hoy en otros espacios la esperanza debería continuar.

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