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Platón, los jóvenes y el amor por la política: Una necesaria reflexión en pleno proceso constituyente

By on 24 agosto, 2020

Por Alexis Pineda Ruiz, Licenciado en Ciencias Jurídicas.

Los jóvenes de hoy dicen detestar la política. Platón los entendería muy bien. Como sabemos fue discípulo del buen Sócrates. Maravillado lo escuchó y lo siguió. Era su héroe. Vivió el horror de ver a su maestro acusado injustamente por Anito, Melito y Licón y sintió la amargura de verlo condenado a muerte. Una asamblea democrática lo declaró culpable 281 votos contra 220. Treinta y un votos más a favor de Sócrates y se salva. Cosas de la política. Por cierto, el joven Platón vio esto y se indignó. No podía ser bueno un sistema de gobierno que actuara así contra el hombre más justo de su tiempo. Partió al exilio y escribió las peores cosas contra la democracia. Sin embargo, al volver a Atenas, Platón redactó “El Político, La República y Las Leyes”, donde intentó soñar una república mejor y sentar las bases de la política del futuro.
Platón entendió que la repulsa a la política es insostenible. Ello porque es un engaño creer que nos podemos amputar la dimensión política de nuestro ser. Si bien la política no es todo, está en todo o en casi todo. Quién no participa en política sigue siendo un político, aunque de manera deficiente.
El “apolítico” es simplemente un ser que deja todo, su vida incluida, en manos de los poderosos. Ello es particularmente cierto en una sociedad como la nuestra, donde una infinidad de aspectos sociales influyen directamente en lo más íntimo de nuestras vidas. El apolítico deja esas dimensiones de su vida en manos de cualquiera, de los políticos profesionales, de los grandes empresarios, de las corporaciones, de los militares, de las burocracias públicas, menos en sus manos.

Además, el apolítico cercena una parte de su personalidad, pues renuncia a entrar a la esfera pública. Renuncia a ejercer su derecho a voz, a proclamar lo que piensa y opina. No decide por sí mismo y así se empobrece en una dimensión clave de su personalidad y de su mayoría de edad que lo habilita para pensar y decidir autónoma, racional y críticamente. El político es aquel actor que ingresa en la esfera pública y se atreve a hablar diciendo lo que piensa, anhela y sugiere.

No sólo la política irrumpirá siempre en nuestras vidas, sociales como somos, sino que necesitamos también el poder, y su rechazo nos condena a la impotencia. En efecto, el poder es condición sine qua non de la grandeza de los espíritus, de las culturas y los pueblos.

Como lo dijo Miguel de Unamuno, en su estilo: “puede sostenerse que fue la política lo que hizo la eterna grandeza de Atenas y de toda Grecia, y que la filosofía de Platón, la Lírica de Píndaro, la trágica de Esquilo, la historia de Tucídides, por no decir nada de la elocuencia de Demóstenes, se debió a la política. Donde el pueblo se desinteresa de la política, decaen las ciencias, artes y hasta industrias…, y donde no hay una intensa vida política, la cultura es flotante, carece de raíces.

Seamos sinceros. Todos anhelamos el poder. Algunos, simplemente por las prebendas que incluye. Otros, los mejores, para realizar lo que llevan en el pecho, sus sueños e ideales. El poder político es el medio mediante el cual, influyendo en los demás, logramos poner la ciudad en movimiento en la dirección de nuestros ideales.

Necesitamos de poder, es decir, de capacidad para realizar nuestros proyectos. El tema no es si se quiere o no poder, sino para qué se quiere el poder. El joven Platón hubiese necesitado más poder para salvar a su maestro de esa votación eternamente maldita. Haber huido de ella acusándola de corrupta o torcida, sólo hubiese dejado aún más solo a su maestro, el más justo y bueno de los hombres.

Necesitamos jóvenes con grandes sueños, mejores capacidades y con mucho, mucho poder. Es quizás lo que el joven y triste ¨Platón descubrió en su viaje a Egipto.

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