Frase del día: "Tratad a los demás como queréis que ellos os traten" Mateo 7,16. 12-14

Un poquito de hermosura

By on 6 marzo, 2024

Alberto Velásquez Castro

Hace unos días me senté intempestivamente y me puse a pensar sobre mi experiencia como profesor y director durante los últimos 17 años. Azarosamente, recordé que una de mis críticas acérrimas dijo que cuando escribo sobre educación solo me refiero a lo bonito. Entonces, comencé a pensar sobre lo que causa desagrado o repulsión, lo desprovisto de hermosura y de belleza. Comencé a pensar en algo de lo feo que me ha ocurrido en educación

Pensé, en primer lugar, sobre algunos hechos ocurridos con estudiantes y apoderados. Recordé el día en que unos alumnos se negaron a rendir una prueba y se sentaron como budas sobre los pupitres (hoy me parece hasta cómico, sin embargo, actualmente podría ocurrir algo más terrible porque una prueba medianamente difícil puede resultar hasta ofensiva).  Se me apareció el instante en que un estudiante me sacó la madre y dio una patada a la mesa. Se sumó el momento en que un apoderado me gritó casi todos los insultos que salen en un diccionario y también los que no, el pecado fue suspender a su hijo por romper los dientes de un compañero con un puntapié.

Pensé, en segundo lugar, en la fealdad y en la indolencia del sistema administrativo. Se guarda en mi memoria la vez que comenzaba el año escolar y no teníamos el transporte que nos habían prometido y con el equipo directivo comenzamos a hacer una cucha. En otra ocasión, nos mandaron, como material de enseñanza, una veintena de cajas con miles de clip, teníamos hasta para apretarnos las orejas. Una vez pasé horas esperando a un alcalde para reclamar porque nada de lo que nos habían prometido, para comenzar el año escolar, se había cumplido, y no me atendió, y tampoco se apareció por la oficina. Se me vino a la memoria el momento en que hice el loco defendiendo los recursos SEP porque ningún director más me apoyó (y 28 millones fueron a parar a un “evento”). Recuerdo lo oficios mágicamente extraviados o las solicitudes aceptadas, pero olvidadas. Imposible olvidar esas irónicas palabras: “pero, Alberto, así funciona el sistema, oficios van oficios vienen”.

Pensé en tercer lugar, en los hechos que me han afectado de forma más personal.  Ejemplo de ello son los cientos de veces que hay que poner la cara y las muchas que hay que quedarse callado, ya que, no puedes exponer a los jefes y menos al alcalde de turno. De tanto morderse la lengua te la puedes llegar a cortar. Una de mis jefaturas me trató de tonto por pedir revisar nuevamente la carga horaria, ello por si había errores -y los había-. Otra me amenazó con echarme con carabineros por reclamar, con vehemencia, porque no teníamos libro digital ni libro en papel y llevábamos más de un mes de clases. En otra ocasión, los estudiantes llevaban semanas pasando frío y hubo que protestar con un letrero, por las redes, para que tuviéramos calefacción una semana y a la siguiente no -y vaya que hace frío en muchas salas de clases-.

Terminé pensando en las múltiples formas en que el sistema protege a quienes no hacen la pega y las múltiples enemistades que te ganas si exiges. Indudablemente, hay costos que van con el trabajo y el cargo, y hay que asumirlos. No obstante, pensar en lo feo me hizo tomar consciencia de la fealdad principal: el continuo y acelerado desprecio del sistema educativo por el estudio y el conocimiento.  ¿Si no se sabe qué se puede hacer? La magia está en esas pocas horas de clases en que los ojos que te miran se ponen a brillar. Cada día queda menos tiempo para para reflexionar, leer, escribir y escuchar: la burocracia no da respiro. El sistema te agota con infinitas reuniones inútiles, con absurdos formularios que llenar y que nadie lee, con cadenas y cadenas de correos; te vuelve culpable de todo lo que no se puede solucionar. Menos hay tiempo para buscar el fiel de la balanza, el quid del sistema, la llave maestra para abrir puertas y construir una educación pública de verdad, cosa que en realidad a los poderosos pareciera no interesar.  El sistema se vuelve Kafkiano pues, aunque seas consciente, no puedes escapar.

Este miércoles muchos profesores seguirán luchando con más fuerza que yo, vaya para todos ellos mi reconocimiento y mi admiración. No sé (como todos) si me queda poca o larga vida, pero me gustaría ver algunos espacios donde exista lo esencial: aprender, estudiar, pensar. Por ello, seguiré la pedagogía que implica la libertad, la libertad de pensar. Ya estoy hablando bonito otra vez, mi crítica acérrima me volverá a retar. Sin embargo, probablemente ser profesor se trate, en parte, de hacer que en lo aparentemente feo florezca un poquito de hermosura o simplemente algo de humilde belleza.

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